domingo, 21 de diciembre de 2014


Donde se encuentre.

He salido corriendo de mi casa porque tengo tantas ganas de llorar y sentirme solo; por eso me he quedado de pie, aquí, afuera, en la oscuridad casi completa y donde la lluvia ha humedecido todo; el agua que cae ha comenzado a humedecer muy pero muy lentamente mi cabello y, sentí como la delicadas y frías gotas bajaban por cuello, recorriendo suavemente mi espalada, haciéndome estremecer por los escalofríos, mientas otras gotas se estrellan en todo mi cuerpo y en mi cara, que esta levantada, mirando como llora despacio el cielo entristecido, teñido de gris y, en eso una intrépida y aventurada gota se escabulle entre mi pecho, evaporándose rápidamente antes de tocar mi ropa interior. Tiemblo de frío porque mis pies al igual que mi alma, se encuentran descalzos, tocando el desnudo suelo, donde se va filtrando un helado sentimiento, que se va apoderando de todo mi ser, haciendo brotar más rápidamente las lagrimas de dolor de un ser incomprendido y atrapado, que aveces irradia calor, como el sol en plena primavera, pero que aveces también, desea, desea ahogarse en una helada y profunda soledad, hasta morir de sufrimiento, ya que no puede gritar con alevosía y  premeditación  a los cuatro vientos lo que siente y lo que quiere vivir. Soltar esa furia que ha estado encerrando por siglos en una gran jaula llamada sociedad, o en ese pequeño mundo llamado hogar. Donde se han impuesto grandes leyes, absurdas e incomprensibles, algunas veces... !¿O, casi todas?, Innecesarias para vivir o convivir, pero son ataduras tan fuertes y tercas de romper y, a la vez hay que saber cargar. Con el tiempo y el esfuerzo tratar de cambiarlas y, al igual que esta agua que corre por mis brazos y, que llegan a mis dedos que tiemblan, no de frío, sino de miedo, ¿O, tal vez de enojo?.

Cerré mis ojos y deje que mi cuerpo se desvaneciera y tocará completamente el suelo duro como la roca y helado como un tempano de hielo, para sentir así un poquito de calor, pero después de todo, no me importo, ya que me fui sumergiendo poco a poco en el profundo y desconsolado llanto, que fue más grande que todo lo que había llorado  en aquella noche helada el cielo; que ahora era oscuro, más oscuro que el propio negro. Después de todo el desahogo de aquella noche de soledad, de aquel frío sentimiento; me levante y camine por horas, tal vez hasta en circulo, realmente nunca lo sabre, pero me di cuenta que ambos habíamos llorado lo suficiente y que ya era hora de volver hacía aquel iluminado y despejado cielo, en donde se pueden admirar pequeños, pero brillantes puntitos y donde no importa donde se encuentre, si arriba o hacia abajo, ni como se llame; sino su imponente y gran bóveda negra que  hace fondo para mostrar sus grandes bellezas.
Dirigiéndome hacia mi casa, todo empapado, entre en ella, tome un toalla y ya en el baño, abrí la llave  del agua, me quede con toda mi ropa y en un fuerte abrazo hacía mi mismo, deje que el agua que salía de la tubería cayera sobre mi cabeza y recorriera mi cuerpo, calmadamente me desnude, me enjabone de los pies a la cabeza y al terminar y con suficiente agua que me quitará el jabón, sintiéndome renovado. Me seque y camine hace mi cuarto, busque ropa calentita y ya mudado y se seco, me acosté y en pocos minutos me quede dormido, no sin antes pensar... que siembre ocuparas bóvedas negras para que tus grandes estrellas brillen.
  

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